He estado media vida dando tumbos por los sitios más dispares. Unas veces por motivos familiares (a mi padre siempre le trasladaban); otras por motivos laborales (mis primeros trabajos siempre eran lejos de casa); alguna que otra por motivos sentimentales (el amor no conoce fronteras) y alguna que otra por puro placer…
Acabe mis días decidiendo sentar la cabeza (y las posaderas) y establecerme en un sitio fijo que al final pudiera llamar hogar.
Y así, un buen día de primavera, acabé en Villanueva del Ariscal.
Nada más llegar los “lugareños” me observaban, analizaban, preguntaban, escaneaban y siempre terminaban sentenciando lo mismo… “es que tú eres forastero”.
Esa frase, que parecía resumirlo todo, me ha provocado sentimientos diversos, al principio, me hacía gracia, luego lo tomé como un insulto y finalmente me acabé acostumbrando.
Han pasado algo más de 20 años, he tenido hijos que han estudiado aquí que han jugado en sus parques, he comprado en casi todos los comercios de la zona, conozco cada uno de los bares, restaurantes, cafeterías y… a pesar de ello sigo siendo un forastero.
Y de ahí el título de este humilde blog…
